
Studio 54 ó la Gomorra de las 1000 noches
Jamás una Discoteca tuvo tanta fama y duró tan poco. Apenas tres años de vida, 1000 noches llenas de música Disco, glamour, hedonismo y excesos.
Fue fundada por dos amigos de Brooklyn, Ian Schrager y Steve Rubell. Concibieron un espacio en el que el requisito para ser aceptado era molar, independientemente del estatus social. Famosos, gente de las altas esferas y gente de la calle compartían las noches de desenfreno en los finales de los setenta.
Rubell y Schrager se conocieron en la universidad y después de un primer experimento de club nocturno montado a medias llamado Palladium, se lanzaron en esta exitosa aventura, y digo exitosa, porque aunque el final de sus andanzas acabó con ellos dos en la cárcel, nadie puede negar que fue y sigue siendo a día de hoy el club más grande de la historia.

LOS ASISTENTES HACÍAN COLA EN LA ENTRADA, ESPERANDO A SER ADMITIDOS O NO.
En estos tiempos de distanciamiento social, es necesario utilizar la imaginación, por eso abrí mi armario, escogí el mejor de los conjuntos y ahora me encuentro en la puerta de: Studio 54, esperando a pasar el casting de entrada. Como la historia es mía, me han dejado entrar, el mismísimo Rubell, me dio el visto bueno, y …
¿Queréis saber lo que estoy viendo?
Estoy viendo en la pista bailando a “Disco Sally ”, una banquera, de setenta y muchos, asidua al local. Se encuentra en medio de la pista a lomos de un jovenzuelo. La pista es grande con columnas de luces y atrás en el escenario principal luce una media luna enorme que está esnifando una cuchara con alguna sustancia ilegal. Pienso para mis adentros, en este lugar “no se cortan”.
Está lleno de espejos, de repente, en uno de ellos veo el reflejo de Truman Capote en albornoz. Tengo que darme la vuelta para corroborar que el escritor se encuentra en albornoz en uno de los laterales. Giro mi cabeza hacia otro lado y con asombro veo sentado a Andy Warhol que mira la escena de manera contemplativa. Intento no olvidar llevarme, antes de que cierren, un posavasos de recuerdo ya que me han dicho que los diseña él.
Sigo abriéndome paso en la pista, y me choco sin querer con Michael Jackson, en ese momento como comprenderéis pierdo el conocimiento.
Parece que ya he recobrado el sentido, estoy sentada con Liza Minnelli y el diseñador de ropa Hatson, y pienso que estoy en el cielo. De repente, nuestra conversación tan entretenida que gira sobre los entresijos del film Cabaret con los que nos deleita Liza, se ve interrumpida, ya que es el cumpleaños de Bianca Jagger y acaba de irrumpir a lomos de un caballo blanco en la pista de baile. ¡Madre mía! ¡Cuántos sofocos! Voy a la barra a pedir una copa a ese apuesto camarero, ¡anda, pero si es el mismísimo Alec Baldwin! Pero qué bien he empezado la noche…
Y, bien, ¿qué os pareció?
Si os ha parecido mi ensoñación exagerada, está basada en hechos reales porque todo lo que cuento sucedió dentro de Studio 54.
Ahora, vayamos al origen y conozcamos un poco la historia del local y sus fundadores:
El local fue un teatro en los años 20 y conservó sus míticos palcos, pasó a ser la Casa del Casino de París en los cuarenta, más tarde se convirtió en un estudio de la CBS de radio y televisión y finalmente a finales de los setenta se transformó en la legendaria 54.
Studio 54 se encontraba en la Calle 54/Oeste en Manhattan, Nueva York. Un lugar que hasta la fecha estaba lleno de atracadores, prostitución y drogas. Abrió sus puertas el 26 de abril de 1977 y fue clausurada en febrero de 1980.

Ian Schrager era hijo de “Max, The Jew”, un conocido mafioso de la ciudad que se codeaba con celebridades. El padre de Steve Rubell era tenista y daba clases a gente famosa. Los dos crecieron rodeados de celebridades y en ese círculo se gestó sus ganas de hacer un local que mezclara los ambientes.
La Relaciones Públicas del modisto Valentino, Carmen D’Alessio animó a lanzarse en esta aventura a Rubell y Schrager y les prestó su agenda para la inauguración. La semana de la inauguración, enviaron 5000 invitaciones y a sus asistentes confirmados les iban a buscar en limusina.
Contrataron a diseñadores de iluminación que crearon un espacio de la pista de baile con escenarios y luces teatrales móviles, aprovechando los circuitos de iluminación televisiva y hasta utilizaron una grúa con la que lograban tener a la multitud siempre iluminada. Armaron una instalación de luces de neón de un Sol y una Luna que subían y bajaban.
La noche de la apertura fueron Diana Ross, Mick Jagger y su mujer Bianca, Salvador Dalí, Liza Minnelli, Donald Trump, Debbie Harry y Brooke shields entre otros. Y se quedaron en la puerta Cher, Woody Allen, Warren Beatty, el mismísimo Frank Sinatra a los que se les denegó la entrada. Y es que Rubell ejercía un control muy despótico en la entrada.






Reglas de entrada, tú sí, tú no…
Existían unas normas de entrada que a su vez se podrían saltar a la torera en cualquier momento. Steve Rubell elegía de forma arbitraria quien entraba y quien no. Le gustaban los extremos, las celebridades y por otro lado hermosos y hermosas desconocidos. Una de sus premisas era “Nunca dejéis entrar a nadie que se parezca a mí”.
Estaban terminantemente prohibidas las camisas de tergal y la gente de los puentes y los túneles, es decir los chicos que venían de Brooklyn o de Queens, los que cruzaban los puentes para ir a Manhattan. Resulta curioso cuando los mismísimos fundadores del club eran de Brooklyn.
Como anécdota, el grupo Chic compuso “Le Freak” tras haber sido rechazados en la puerta de Studio 54 una nochevieja de 1977.
Niles Rodgers y Bernard Edwards sufrieron la tiranía de la entrada pese a haber sido invitados por Grace Jones a la fiesta. Los músicos, muy enfadados, acabaron la noche en el apartamento de Niles componiendo una canción titulada “Fuck off” dirigida claramente a las normas de entrada al club. Al final cambiaron el “Fuck off” por “Freak out” y la canción se convirtió en un éxito instantáneo y el single más vendido de la multinacional Warner.
Para las celebridades existía un gran beneficio y era que tenían protección anti-paparazzis. Las fotos se consensuaban, nadie salía registrado en una aventura extramatrimonial ni consumiendo sustancias prohibidas. Las fotos que eran “robadas” sólo eran de momentos inocuos. Famosos bailando, tomando algo, riéndose. Ni siquiera Ron Galella, el más temido paparazzi, lograba violar esa intimidad. Sólo les quedaban las imágenes de entrada y salida del club.
Actuaciones estelares:
Las discográficas llevaban sus novedades a Studio 54 para que se escucharan por primera vez.
Allí se bailó por primera vez “I Will Survive” de Gloria Gaynor. El auge de la música Disco tuvo su protagonismo estelar en el Club.
El grupo Village People alegraba las noches con sus actuaciones. Grace Jones estrenó la mítica versión de la “Vie en Rose”, Diana Ross relanzó su carrera y Madonna comenzó la suya en el Studio 54.
Debbie Harry y Blondie incorporaron el sonido Disco que imperaba en ese ambiente, dando a luz una perfecta canción a nivel musical «Heart Of Glass». La influencia de la música Disco de esa época se respiraba en las noches de la legendaria Discoteca.
Last Dance
Rubell en plena ascensión al éxito alardeó que había ganado 7 millones de dólares en un año. El fisco intervino, y acabaron deteniendo a los dos fundadores por evasión de impuestos. Rubell respondió acusando a un alto cargo del gobierno de Jimmy Carter de haber consumido cocaína en el Studio. Con la consiguiente respuesta del FBI que entró en el local en febrero de 1980.
Su respuesta fue la clausura y registro del local. En las paredes encontraron dinero y cocaína. Además de una preciada agenda con nombres de celebridades y gente de las altas esferas. En el cuaderno aparecían las iniciales de los nombres y al lado las sustancias que se les tenía que suministrar…
También acusaron a Schrager de tener relación con la mafia italiana, si bien su padre sí que estuvo envuelto en asuntos turbios, al final a su hijo no pudieron imputarle.
Finalmente, todo se complicó tanto que pactaron con el sistema judicial una condena de tres años y medio y el pago de una multa de 20.000 dólares cada uno. Pero antes de entrar en prisión se despidieron a lo grande para pasar su posterior resaca en la cárcel.
El final de la Gomorra moderna
Así se llamó la fiesta de despedida de Studio 54, a la que acudieron Diana Ross, Silvester Stalone, Jack Nicholson, Richard Gere entre otros muchos. Rubell interpretó la canción “My way” de Frank Sinatra, poniendo broche a tres años apoteósicos.

Diana Ross fue la última actuación y cuenta la leyenda que la última copa que allí se sirvió fue a Stalone.
Al día siguiente se encontraban en prisión, pero después de salir de la cárcel y habiendo vendido el local, decidieron empezar de cero y centrarse en la compra de inmuebles en las zonas más glamurosas de la ciudad, llegando a convertirse en copropietarios de hoteles de lujo.
Actualmente Schrager es un empresario de éxito y posee una famosa cadena hotelera, su amigo y socio Rubell falleció en 1989 de hepatitis y fue acompañado por Schrager hasta el final de sus días. El Studio 54 siguió funcionando, en él, estrenaron musicales y sirvió de escenario para el cumpleaños de Paris Hilton, entre otros, pero nunca volvió a recuperar su esencia.




En 2020, Studio 54 creó un sello discográfico: Studio 54 Music y se estrenó con el EP de cuatro canciones “Night Magic Vol. 1”. Un EP de cuatro pistas con versiones reinventadas de temas disco de la época como “Got To Have Loving” de Don Ray y “At Midnight” de T-Connection.
Su época dorada fueron 1000 días y pasaría a la historia como una verdadera leyenda de la vida nocturna. La magia que crearon no se ha vuelto a ver en un Club, un espacio para todos:
“Ladies, gentlemen and everyone in between”
Escrito por: Irene Fernández






